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BigSound Pontevedra 2025: luces de neón sobre el Lérez, sombras entre bambalinas

Texto: Diego Añon | Foto: Diego Añon | 2 de agosto de 2025
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Durante los días 11 y 12 de julio, Pontevedra se convirtió en una ciudad tomada por la música urbana y el calor de miles de personas que llegaron desde todos los rincones de Galicia y del resto del Estado

Durante los días 11 y 12 de julio, Pontevedra se convirtió en una ciudad tomada por la música urbana y el calor de miles de personas que llegaron desde todos los rincones de Galicia y del resto del Estado. El BigSound Festival 2025, en su primera edición en tierras gallegas, reunió a más de 35.000 asistentes (datos del organizador) en el Parque de Tafisa, en un despliegue que llenó hoteles, restaurantes y terrazas, y que dejó a la ciudad vibrando al ritmo de algunos de los grandes nombres del panorama musical actual.

Con un cartel pensado para reventar taquillas, el festival no decepcionó en términos de atracción popular: Rels B, Nicky Jam, Leire Martínez, Omar Montes, Amaia, Juan Magán o Cali y el Dandee encabezaban una programación donde también hubo espacio para figuras gallegas como Sabela, LODE, Soulmacklein o Tanxugueiras. Una mezcla bien medida de mainstream, reguetón, pop y rap que convirtió el recinto en una fiesta continua desde media tarde hasta bien entrada la madrugada. 

 El viernes fue, sin duda, la jornada más intensa desde primera hora de la tarde. Las colas para acceder al recinto se formaron desde antes de la apertura y, una vez dentro, el parque de Tafisa se convirtió en un hervidero de gente, con un ambiente festivo y abarrotado que no dio tregua hasta la madrugada. El sábado tardó algo más en arrancar, con una afluencia más gradual durante las primeras horas del día, pero acabó llenándose hasta el último rincón para recibir a los artistas más esperados. En conjunto, la asistencia masiva de ambos días confirmó el enorme tirón del festival y la solidez de su propuesta.

 Las imágenes de un parque a rebosar y un despliegue técnico digno de un festival de gran formato, dieron al evento un aire de consagración inmediata. Para los organizadores, que ya han anunciado una segunda edición para 2026, el BigSound fue un éxito rotundo. El impacto económico estimado —14 millones de euros, según cifras difundidas por la propia promotora— refuerza ese discurso triunfalista.

 Sin embargo, no todo el mundo compartió ese entusiasmo. A medida que el polvo se asentaba sobre el césped de Tafisa, comenzaron a escucharse voces menos complacientes. Y no precisamente desde la prensa crítica, sino desde las casas colindantes al recinto y desde dentro del propio festival.

 Las grietas en la celebración

 Varios colectivos vecinales del entorno de Tafisa manifestaron su malestar por las consecuencias directas del evento. Denunciaron que el parque —habitualmente un espacio de recreo, paseo y descanso— quedó deteriorado, con zonas verdes dañadas y problemas evidentes de limpieza. El ruido durante varios días y los cortes de tráfico prolongados generaron tensiones entre residentes y administración. La crítica más extendida fue el temor a que este tipo de eventos —pensados para el turismo y el consumo rápido y sin control— se impongan como norma en un espacio que, recuerdan, es un bien común y no un recinto ferial.

 Pero quizá la queja más rotunda llegó desde el propio interior del BigSound. Trabajadores del festival, relataron situaciones que rozan la explotación. A través de un testimonio de distintos trabajadores, compartieron detalles como la escasez de baños públicos en condiciones dignas, la mala instalación de las barras, con estructuras inclinadas atadas con cuerdas, y la falta de medios logísticos básicos, como hielo suficiente o zonas donde acumular residuos correctamente.

 “Nos querían dejar sin cena después de 12 horas de turno. Tuvimos que amenazar con irnos para que nos dieran de comer”, explica uno de los responsables de las barras. Otro trabajador relata cómo se les obligó a desmontar neveras y transportar material, tareas que no les corresponden y que fueron impuestas bajo amenazas: “Y si no te pago, ¿qué? Soy el jefe y mando”.

 A esto se suman denuncias por falta de transparencia en los pagos, altas en la Seguridad Social realizadas el mismo día del festival, y bajas notificadas por SMS días después, una práctica que genera dudas y mucho malestar entre los trabajadores..

 Éxito a cualquier precio

 El BigSound ha cumplido sobradamente su función como motor de atracción de público y promoción cultural. Ha llenado páginas de periódicos, ha dejado cifras récord de asistencia y ha convertido a Pontevedra en una ciudad festivalera por unos días. Pero el entusiasmo no puede ocultar que hay un coste social y humano que no puede obviarse. El modelo de macrofestival impulsado por promotores privados con apoyo público parece funcionar sobre una lógica que prioriza el impacto económico inmediato por encima del cuidado del territorio y del bienestar de las personas que lo sostienen.

 Las quejas de vecinos y trabajadores no son detalles menores ni meros daños colaterales: son señales claras de que este tipo de eventos deben repensarse, regularse y, sobre todo, ejecutarse con más responsabilidad. La música puede ser una fiesta compartida, pero sólo si quienes la hacen posible no acaban pagando la cuenta en silencio.

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